Calaveras literarias
Noche Bohemia de Salinas
De Sor Juana Inés de la Cruz,
la muerte se disfrazó,
se montó en una bicicleta
y con un libro de poemas
a llevarse a los amantes
de las artes se lanzó.
Llegó a un teatro llamado
"Sherwood Hall"
mucha gente, muchos autos,
mucho arte, mucho furor.
Según los de la Noche Bohemia,
se vestían de galantería.
Ofrecían música canto,
poesía y alegría.
Había sido tan mencionada,
de un costado a otro costado,
que había llegado a la huesuda
y ya se había fastidiado.
Y dijo, oigan organizadores
y participantes de corazón,
ya veo "Noche Bohemia"
hasta en la sopa, !Por Dios!
Los veo en la revista "El Tianguis",
los veo en todas las redes,
en el periódico "The Herald ",
en "El Sol" y hasta en la tele.
Ya me tienen hasta el gorro,
que hoy los voy a conquistar
con el poema "Hombres Necios"
que ahí pienso declamar.
Y como los de la Noche Bohemia
soló dejan recitar dos,
lo dejaré para el último,
mas al final de la función
derechitos o como pueda
me los llevaré a toditos
al mismísimo panteón.
Por Adela Castillo
El Mariachi
El Mariachi cantaba
una canción popular
y que se asoma la Parca
sin decir agua va.
Los Mariachis callaron,
no articulaban palabra,
les temblaba las rodillas,
los dientes y hasta el habla.
El esqueleto rumbero
les dijo -¿qué les pasa?
-quiero una canción,
-rásquenle a la guitarra.
Y al no oír respuesta,
la catrina ensalzada
le dijo a los mariachis
-ninguno se me escapa.
Ese de la trompeta,
y el de la vihuela, que no se haga,
el del arpa, ese de cabellera güera,
también el de la guitarra.
A todos me los llevo
al lúgubre panteón,
a cantar con los grandes
una que otra canción.
Con Pedro Infante
y con Javier Solís,
con Antonio Aguilar
y algún otro infeliz.
Y los fue arrastrando
con toditos jaló
y entre blasfemia y quejidos
ninguno se escapó.
De vez en cuando se escucha
allá en el campo santo
algún que otro son
y algún que otro guapango.
Y a la Catrina jacarandosa,
pidiendo una canción,
El moro de Cumpas,
La ley del monte,
o Amorcito Corazón.
Por Adela Castillo
Calavera para la poetisa
La calaca flaca,
Andaba desesperada,
Viendo a la poetisa,
Que escribía inspirada.
De un lado a otro andaba,
Queriendo acabarla,
La calaca estaba enojada,
Sentía envidia de sus versos.
La calaca flaca,
Buscaba detenerla,
La poetisa ni la miraba,
Estaba muy inspirada.
La calaca pensaba,
Sus ojos se iluminaron,
La respuesta ya tenía,
A su casa se la llevaba.
Ya tranquila esta la calaca,
Sus versos ya le pertenecen,
En casa de la calaca,
Ahora la poetisa escribe.
Por Gicela Bibiana Andrade Carrillo
Calavera a Adela Castillo
Desde el panteón se oía
el lamento de la muerte
desde hace tiempo quería
llevarse a Adela a su suerte.
Más siempre que lo intentaba
no la encontraba presente,
algunas veces en el norte,
otras tantas en el sureste.
Se le veía en San Francisco
recitando desde el puente,
o en las noches bohemias,
o en las peñas de repente.
O muchas veces en eventos,
apoyando a sus comadres,
o escribiendo en un bosque,
promoviendo mucho el arte.
Y le decía a José Alejandro
-busquemos otros lugares.
El caso es que la parca
no sabía dónde encontrarle.
Buscaba en las librerías,
caminaba por las calles,
se subía a la azotea,
con sendos binoculares.
Más no encontró nunca a Adela,
quien quizás se ocupó,
recitando los poemas,
de su libro Solo Amor,
O editando sus libros,
como Paisajes Internos,
o animando a sus colegas,
a escribir bastantes versos.
Hoy la pobre huesuda,
desconsolada y sombría,
aún sigue buscando a Adela,
esperando que de pronto,
se asome la gran poetisa.
Por José Alejandro Morán
José Alejandro Morán
Caminaba por la calle
en el este de Salinas
José Alejandro Morán,
quien llevaba mucha prisa.
Buscaba papel picado,
y calaveras de azúcar,
que la Cempasúchil
se ha agotado,
que el pan de muerto no devisa.
Y que se le aparece la parca,
por un lado se desliza.
- ¿A dónde va caballero?
- tranquilo, ¿por qué de prisa?
-Te quise agarrar sentado, pero,
ni siquiera vas a misa.
José Alejandro dispuesto,
le dijo sin vacilar,
como ofrenda a los muertos
tengo que hacer un altar
y para mi mala suerte
no encuentro el material.
La catrina sin tapujos,
le dijo, - ven para acá,
hazme a mí uno de lujo,
mas házmelo en el más allá.
Se lo cargó sobre el hombro,
pues casi no pesaba nada,
le acomodó el sombrero
y se lo llevó ilusionada.
Por Adela Castillo
Donald Trump
Estaba la parca sentada
Viendo la televisión
El encuentro de Peña Nieto
Y un político soñador.
Todo estaba muy bien
Hasta que Donald Trump habló
Y en su jeta le indicó
Que un muro era lo mejor.
La calaca se indignó
Y a buscarlo se encaminó.
¡Cómo carajos!, pensó
Que (tonto) es Donald Trump.
La catrina al canal llegó
Contoneando su esqueleto
A Trump ella le gustó
Y de inmediato la toqueteó.
¡Ay canija muerte fría!
Buen susto que usted me dio.
Yo creía que la catrina
Era solo un vacilón.
Mira que olvidadizo
a ti te andaba buscando
Desde que oí de ti
hablando mal de la raza.
Tú viniste a mí país
y ya te cargo la tiznada.
Al panteón te vas a reír
de todas tus tarugadas.
Las mujeres, los mojados
ya te tienen en la mira.
Más un favor yo te hago
si te llevo a mí guarida.
Ya no serás presidente
ni candidato siquiera
Pero veras que muy pronto
de ti ni el recuerdo queda.
Donald Trump ya murió
Dejó trunca su carrera
No sabe la que le espera
Por debajo de la tierra
Pues en suelo mexicano está
Ahora sí!, que se amuela!
Por Maria Gricelda
Al Distrito Escolar
¡Qué cosa más horrorosa!
¡Qué cosa tan peculiar!
La muerte muy natural
quiere arrastrar a la fosa
al distrito escolar.
Le acortan el presupuesto
las ARTES quitaron ya
le atan y, por supuesto
le quieren privatizar.
La parca trabaja duro
sin pena y sin baluarte.
La creatividad muere y juro
seguro que muere el arte.
Por Adela Castillo
Al poeta
La calaca se paseaba,
Caminando lentamente,
Al poeta miraba fijamente,
Le sonreía discretamente.
Sabía que el escribía,
Y quería ser su musa,
El poeta la ignoraba,
Esperando se marchara.
Pero la muerte enamorada,
No cesaba de buscarle,
No te engañes poeta,
Que la muerte no va dejarte.
De que te busque tienes la culpa,
Por conquistarla con tus versos,
Ten mucho cuidado poeta,
No sea que tú desdén la enoje.
Hazle caso a la calaca,
Que aunque la veas flaca,
La pobre realmente te quiere,
Dale un beso a ella poeta.
Bésala, distráela tantito,
Que viene ya por ti,
Y si te descuidas morirás,
Y dirán del poeta... Su calavera.
Por Gicela Bibiana Andrade Carrillo
La calaca gringa contra el idioma español
La muerte muy agringada
al español le echó el ojo
dijo como en son triunfante:
“me llevaré a ese idioma
de las garras del imperio
para que quede el inglés
como idioma monolingüe”.
Pero la ignorante parca
no había visto hasta ahora
a tanto estudiante hispano
que en Día de Todos Santos
le darían sepultura
¡sí, a la misma muerte gringa!
Pobrecita la calaca
no pudo con los chicanos
la metieron a la escuela
para que ya no creyera
que solo existe el inglés
y ahora los estudiantes
todos le dicen a un grito:
¡ahora te haces bilingüe
o te quedas en la tumba!.
Por Manuel Murrieta Saldívar
Calaverita a Adela
A la poetisa Adela,
La calaca seguía,
Era fan de sus letras,
Y para ella las quería.
La calaca la buscaba,
Y Adela ya lo sabía,
Le sacaba la vuelta,
Y en La Peña se escondía.
Día y noche la buscaba,
Hasta que escucho el rumor,
De donde Adela se escondía,
Y a La Peña fue a buscarla.
En la entrada vio otro poeta,
José Alejandro ahí estaba,
Y a la calaca le pidió:
A Adela no te lleves por favor.
La calaca muy seria le miraba,
Y de repente se río,
A José Alejandro la mano tomó,
Y con Adela también se lo llevó.
Ahora la calaca está feliz,
Se llevó dos poetas por uno,
Ahora disfruta de los versos,
De esos dos buenos poetas.
Por Gicela Bibiana Andrade Carrillo
Calavera a ...
A las 12 de la noche
La muerte salió a pasear
Buscando poetas bohemios
Para poder platicar.
Encontró uno que otro
Pues ya casi no hay
Desde que cerró el portal
Poemundo y otros más.
Poetas Unidos
fue a donde
Ella quería llegar.
Buscando a Adela, poemary , Raquel Cira y de paso a la Gris.
Para un poema pedir
Se las llevo bajo tierra
En un lindo camposanto
Ahí dejaron de sufrir.
La parca atenta escuchaba rimas y sonetos de amor
Repletas de felicidad
Pues ahora las poetas
Escriben desde el más allá.
Por Gris Ramos
Calavera al rico
Dicen que en su mansión,
estaba el rico sonriendo,
contando muchos millones,
que tenía en su cuenta habiente.
En un momento de espanto,
llegó la catrina muy curra,
le dijo: - no se te ocurre,
que hoy te puedes morir.
El rico muy indignado
le dijo -eso no puede ser
yo compro todo en la vida
y hasta tu te has de vender-.
La muerte toda enjoyada,
le dijo: de mí no te escapas,
ni por famoso ni rico,
aunque tengas mucha plata.
Al rico no le quedó,
más que sólo la ilusión,
de que nunca moriría,
por tener tanto millón
y en su tumba junto a un pobre
dicen que cada mañana,
el rico aún se lamenta
-¿de que me sirvió la plata?.
Por José Alejandro Morán